Esperé como agua de mayo la
publicación de “La víspera de casi todo”, ya que recibió el Premio Nadal 2016 y, a pesar de tratarse de una obra inédita, su autor ya me era conocido por “Un millón de gotas”.
He leído “La víspera de casi
todo” dos veces. La primera vez tardé cuatro días (laborables) en terminar la
lectura. Me encantó y decidí que releería sus páginas, pero esta segunda vez
recreándome y racionándome, con lo que conseguí reflexionar sobre hechos que
había pasado por alto la primera vez.
En un remoto paraíso de la Costa da Morte concurren los personajes que dan forma a la obra.
El tema central es el empeño de
las personas por huir del pasado, pretendiendo lo que es inútil: volver a
empezar.
Ignorar que la vida no puede ser suspendida y reanudada a nuestro
antojo hace que la protagonista de la historia intente, sin éxito, cambiar su
identidad con la finalidad de olvidar un amargo suceso de su pasado.
La inestabilidad es la
característica común a todos los personajes del libro, tanto principales como
secundarios. Todos/as padecen desgracias corrientes y más frecuentes de lo que
quisiéramos en nuestras vidas. Con estos sucesos, el autor se aproxima a
nosotros/as, dotando a la novela de una dosis de cotidianidad que el/la
lector/a no percibe hasta que no reflexiona al respecto. Como ejemplos de ello,
los sentimientos en que desencadena la frustración, el acoso escolar al que es
sometido un alumno o el acoso derivado del comportamiento de una ex-pareja.
Puede resultar polémica mi
opinión sobre el Sr. Mahler (padre de la protagonista, Eva/Paola Mahler) pero
pienso que se ha posicionado como “malo”, lo que ha hecho que numerosos/as
lectores/as hayan creado una opinión negativa sobre su actitud. Me pregunto si
crear este sentimiento ha sido el verdadero propósito de su autor. En cualquier
caso, me siento en la obligación de dejar constancia de que el Sr. Mahler es mi
personaje favorito, pues en la vida real existimos las personas que nunca nos
detenemos a mirar el pasado con añoranza. Hacemos de nuestro futuro un
constante presente. Empujamos adelante a quienes se hallan anclados en un
pasado dañino, siempre y cuando merezcan nuestra alegría (nunca la pena).
No podría terminar esta reseña sin
hacer alusión al poemario de Juan Gelman, exiliado de Argentina durante la
dictadura militar. A través de varios personajes, Víctor del Árbol, introduce
la obra del poeta y hace al/la lector/a sentir los horrores de “la dictadura
más sangrienta de la historia argentina”.
En cuanto a las palabras que la
lectura del libro me ha permitido incorporar a mi vocabulario, son
las siguientes:
·Meliflua (P. 22): dulce, suave, delicado y tierno en el trato o en la manera de hablar.
·Hollar (P.146): pisar dejando
señal de la pisada.
·Ujier(P. 405): Portero que servía en un palacio, especialmente en la entrada de las habitaciones del rey.
* Frase destacada:
“Creo que quiere decir que
hablar de ciertas cosas no las hace más reales. Lo que ha ocurrido permanece
para siempre como un paréntesis en la vida. Hay algo que conecta todo lo que
nos sucede. El pasado con el presente. El presente con el futuro. Como si el
tiempo fuese una cadena que se repite… Las horas caminando hacia su final, que
son su principio […] Jugamos con los momentos sin ser conscientes de su
fragilidad y, de repente, la vida acaba rompiéndolos… Al menos, así lo
interpreto yo” (P. 146).
María
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