Normalmente, cuando un libro tiene su
versión cinematográfica, tengo por costumbre leerlo primero y
después ver la película. Sin embargo, con esta novela me pasó al
revés. Fui al cine pensando que vería una película sobre la
Segunda Guerra Mundial sin más y salí tan fascinada que me puse a
indagar sobre ella y así fue cómo conocí su curiosa procedencia.
Irène Némirovsky, la autora, fue una
escritora nacida en Ucrania pero que pasó gran parte de su vida en
Francia. Creció en una familia de clase alta y comenzó a escribir
novelas con gran nivel de aceptación entre el público y entra la
sociedad de entonces. Pero, una vez llegada la Segunda Guerra
Mundial, su prometedora carrera se va al traste, siendo arrestada por
su origen judío y muriendo en Auschwitz en 1942. Sin embargo,
afortunadamente sus hijas lograron escapar y refugiarse con unos
familiares, portando los manuscritos de las obras de su madre con
ellas.
Muchos años más tarde, cuando
decidieron donar las obras a un archivo histórico, descubrieron que
entre los manuscritos conservados, estaba una novela inédita que
nunca antes había saludo a la luz y que Irène no pudo concluir. Es
aquí donde nos encontramos con Suite francesa. Podríamos
decir que es un conjunto de pequeñas novelas, diferenciadas en
varias partes, en las que se narra cómo el estallido de la Segunda
Guerra Mundial afecta a diferentes familias de la sociedad francesa,
pero reseñando de excelente manera la forma de vivirlo según la
costumbre y el poder adquisitivo de sus personajes. Los egos, las
miserias humanas y las penurias contrastan con la solidaridad, la
esperanza y la unión del pueblo francés en medio de semejante
situación.
Fotograma de la película "Suite Francesa", de Saúl Dibb, Reino Unido 2014. |
Una vez
desarrolladas las diferentes historias, Irène se centra
especialmente en narrar la vivencia de un pueblo a las afueras de
París, Bussy. Allí se instala un escuadrón alemán imponiendo sus
nuevas leyes y códigos y donde los vecinos de dicho pueblo tienen
que acoger y convivir con ellos. La familia Angellier, compuesta por
la señora Angellier y su nuera Lucille, les toca hospedar en su casa
al teniente Bruno Von Falk. Es aquí cuando vemos que entre Bruno y
Lucille nace un tipo de cariño prohibido pero que no pueden dejar
atrás. En dicha convivencia se entremezclan sentimientos de amor y
de temor a traicionar a todo un pueblo, totalmente en contra de los
invasores alemanes, sentimientos que juegan en similares proporciones
pero, sobretodo, más allá de patrias y banderas, esta novela nos
hace ver que todos/as somos iguales ante lo mundano; que el hecho de
que la vida y las circunstancias nos sitúen en uno y otro bando
queda relegado a un segundo plano cuando la pasión, el amor, los
recuerdos, la naturaleza, la música...nos invade y nos conectan de
forma sobrenatural, hechos no sólo descritos en esta historia de
amor, si no en las vivencias de todo el pueblo de Bussy,
desarrolladas a través de otros importantes personajes que, de manera
delicada y excelente, nos relata la autora.
La curiosidad de esta
novela es que Irène Némirovsky no pudo terminarla, por lo que el
“supuesto final” es muy abierto, no hay un final determinado
pero, en mi opinión, este hecho dota de un toque más especial si
cabe la historia de esta novela que afortunadamente podemos disfrutar
hoy en día.
Sin duda, un
clásico muy recomendable así como su versión cinematográfica, con
brillantes actuaciones de sus personajes, diálogos muy cuidados pero
con impactantes escenas en las que sobran las palabras y que sus
personajes logran transmitir tal como Irène Némirovsky describe
maravillosamente en esta novela.
Lydia
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