17 de junio de 2014

REINAS MALDITAS, Cristina Morató (Plaza&Janés Editores, 2014)

 Este año por Sant Jordi recibí, de alguien que me conoce muy bien, Reinas Malditas, de la escritora Cristina Morató. Antes de leerlo ya sabía que iba a gustarme.

 El libro está estructurado en 6 partes, centrándose cada una de ellas en una “Reina maldita”. Cada parte, a su vez está formada por diversos epígrafes que se centran en algún aspecto concreto de la vida de estas mujeres. Ni mucho menos pretendo resumir el libro, sería imposible reproducir cada detalle, pero si destacaré lo que más me ha llamado la atención de cada una de estas mujeres.



  Sissi. Una extraña en la corte. Isabel de Baviera nació en Munich en 1837. Para Sissi fue complicado adaptarse a su nueva vida como emperatriz. Es más, considero que nunca lo consiguió. Acostumbrada a una vida campestre, despreocupada y sin formalidades el cambio le supuso un sacrificio. Lejos de la idealizada imagen que podemos tener de la emperatriz de Austria (en mayor parte por las películas), Sissi padecía anorexia nerviosa, lo que me hace comprender su extravagante y excéntrico comportamiento. Tras el suicidio de su hijo su delicada salud empeoró, se deshizo de sus joyas, nunca más vistió de color y prohibió que la retrataran.

Incluso su muerte fue peculiar, en septiembre de 1898 en Ginebra un anarquista italiano la asesinó clavándole un estilete en el pecho. Siempre amada pero nunca comprendida por su esposo Francisco José, Sissi, en contra de su voluntad, fue enterrada siguiendo el protocolo de los Habsburgo que despreciaba.



  María Antonieta. La reina desdichada. Nació en Viena un 2 de noviembre de 1755. Con la finalidad de unir Francia y Austria, su madre negoció hasta conseguir celebrar la boda de su hija con Luis XVI en 1770. Le agota la corte de Versalles, se aburre diariamente por lo que comienza a llevar una vida paralela sencilla en el Trianon.
Pasa los días dedicándose a la botánica, la decoración y la moda Rococó (lo que proporciona importantes recursos económicos a París). Puso de moda los miriñaques y poufs. Gastaba grandes cantidades de dinero en estos pasatiempos, por lo que fue ganándose la enemistad del pueblo.

Me llamó la atención que a pesar de la prohibición a los juegos de azar en el reino, el Rey permitía que su esposa organizara partidas en la corte, lo que me hace pensar que María Antonieta vivía ajena a los problemas que Francia sufría, y su esposo la complacía.

Con la maternidad, deja de lado los excesos y comienza a llevar una vida campestre, ocupándose de la educación de sus hijos.

Durante la Revolución se comportó como una verdadera reina tomando el control y buscando soluciones. Era demasiado tarde, el 16 de octubre de 1793 en la plaza de la Revolución (actualmente, de la Concordia) la ejecutan públicamente en la guillotina.


  Cristina de Suecia. Un espíritu indomable. Nace el 8 de diciembre de 1626 en Estocolmo. Por decisión de su padre recibió la educación de un varón y la formación de un soldado. Tenía un comportamiento llamativo y duramente criticado para una mujer de su época (a día de hoy, entendemos que su único “error” fue no guiarse por estereotipos femeninos), vestía como un hombre y en raras ocasiones lució vestidos y peinados propios de una reina.

No quiso contraer matrimonio, rechazó a todos sus pretendientes. Sólo permaneció en el trono 6 años, abdicó y nombró heredero a su primo Carlos Gustavo.

Le apasionaba el arte, la cultura, la literatura, la ciencia (instaló laboratorios científicos en palacio), por lo que solía rodearse de escritores, músicos, artistas, pintores, etc. Creó una cátedra de español en la Universidad de Uppsala.

A pesar de que una ley sueca prohibía a los suecos de nacimiento practicar la fe católica, Cristina abandonó la fe luterana y fue declarada persona “non grata” en Suecia.

En Roma, consiguió que el papa Clemente X levantara la prohibición a la presencia de mujeres en espectáculos artísticos.

El 19 de abril falleció a los 62 años. Sus restos fueron depositados en la basílica de San Pedro en el Vaticano.

  Eugenia de Montijo. Un trágico destino. Nació en Granada un 5 de mayo de 1826. Esta frase de la emperatriz me parece que es la que mejor define sus pensamientos “cuanto tenía doce años quería ser actriz. No he tenido suerte: he sido emperatriz”. No tenía sangre real pero contrajo matrimonio con Napoleón III. Para mi, ha sido uno de los descubrimientos de “Reinas malditas”. Su forma de maquillarse con Kohl y pintalabios rojo marcó tendencia y su perfumista le creó una fragancia que continúa vendiéndose en la actualidad ( Eau de Cologne impériale).

Descata en ella su bondad y su compromiso con la clase social menos favorecida, realizó numerosas obras sociales, mejoró el régimen carcelario, promovió la enseñanza pública superior femenina y un largo etcétera.

Falleció en España por una crisis de uremia a los 94 años un 11 de julio.


  Victoria de Inglaterra. La viuda de un Imperio. Nació el 4 de mayo de 1819 en el palacio de Kensington. Durante su infancia fue protegida en exceso por su madre, Duquesa de Kent, la llevaba de la mano hasta el día de su coronación, incluso dormían en la misma habitación hasta sus 18 años.
De fuerte carácter y acostumbrada a tomar serias decisiones, al principio del matrimonio con su primo Alberto continuó llevando el mando de sus obligaciones políticas, sin embargo, con el nacimiento de sus hijos, Alberto la relega a sus obligaciones como madre.
El 22 de Enero de 1901 fallece la “abuela de Europa” (en ese momento tiene 42 nietos y 37 bisnietos), reina de Gran Bretaña e Irlanda, sus colonias y emperatriz de la India.

  Alejandra Romanov. La última zarina. Nace el 6 de junio de 1872 en Darmstad (Alemania). La princesa alemana era reservada y tímida. Estaba muy influenciada y unida a su abuela Victoria de Inglaterra, con la que pasaba los veranos. 
Al contraer matrimonio con Nicolás II, muy a su pesar tuvo que renunciar a su fe luterana y comenzar a practicar la fe ortodoxa. Como emperatriz de Rusia destacaron sus obras sociales, sólo en San Petersburgo puso en marcha 85 hospitales, en los que trabajaba ayudando a los enfermos. Incluso realizó cursos de primeros auxilios en Cruz Roja junto a sus dos hijas mayores.
Tras dar a luz a 4 hijas, en 1904 nace el príncipe heredero Alexéi, hemofílico, razón por la cual Rasputín, pasa a ser imprescindible para la zarina.
La familia imperial y sus sirvientes fueron asesinados a disparos durante la Revolución rusa por los Bolcheviques.

  A partir de los diarios personales, correspondencia y noticias de la época, la autora Cristina Morató nos cuenta las curiosidades y vivencias de estas mujeres y sus familias.
Evidentemente, se trata de un libro en que abundan datos, fechas y hechos históricos; sin embargo, nunca resulta aburrido, en cada página leeremos “algo” que nos hará pasar a la siguiente sin ningún esfuerzo. Sobre todo nos hace crear una idea de cómo fueron de puertas adentro todas estas reinas, más allá de protocolos o creencias sociales. 
Es imprescindible entrar en la piel de estas mujeres para llegar a comprender sus actuaciones y sentimientos, la autora nos ayuda a conseguirlo retrocediendo en el tiempo.
También contiene el libro 8 imágenes de cada una de las reinas que representan diferentes hechos que las caracterizan.

 He aprendido mucho con este libro, y también lo he disfrutado, tanto que lo racionaba para no terminarlo rápido. Me pregunto si Cristina Morató se planteará escribir otro libro teniendo como protagonistas a otras reinas.

María

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