
“Querido e ilustre amigo:
Permítame poner su nombre al comienzo de este libro y al frente de la
dedicatoria, por ser usted principalmente a quien se debe su publicación.
Gracias a la hermosa defensa que de ella hizo, mi obra ha adquirido, al menos
para mí, una autoridad con la que no contaba. Acepte, pues, este homenaje de mi
gratitud, que, por grande que sea, no llegará nunca a la grandiosidad de su
elocuencia y a su interés por mí”.
Gustave Flaubert
París, 12 de abril de 1857.
En la obra, el autor da vida a
Emma, a la que conocemos como Madame Bovary al contraer matrimonio con un
médico que se limita a admirarla y exhibirla sin percibir los anhelos de la
mujer con la que convive.
Madame Bovary es una mujer que
soporta el peso de los prejuicios existentes en la sociedad francesa de la
época, con el que no se resigna a cargar. Sus inquietudes pasionales le crean
preocupaciones cuando inicia relaciones con otros hombres, de caracteres
diferentes entre sí, pero que por diversos motivos también la decepcionan.
Emma es derroche de pasión, y
esta característica tan bien perfilada en el personaje llega al/la lector/a a
través de los diálogos, cargados de dramatismo pero ligeros por el desarrollo de los hechos de la novela.
Hay que tener muy presente
durante toda su lectura cuál es la sociedad francesa de la época en que está
ambientada, pues de lo contrario la lectura se hará densa, no se logrará entrar
en la obra, ni comprender las críticas sociales que se ponen de manifiesto.
Es una obra transgresora en la
que se omiten algunas de las características de la novela romántica y se da
espacio a un realismo tan marcado que causa la impresión al/la lector/a de que
Emma es un personaje histórico real, cuya vida fue plasmada por Gustave
Flaubert en Madame Bovary.
En cuanto a las palabras que la
lectura del libro me ha permitido incorporar a mi vocabulario, son las
siguientes:
· Estólido (P. 110): Que no comprende o no discurre.
· Ignominia (P. 296): Ofensa
grave que sufre el honor o la dignidad de una persona.
*Frase destacada:
“Aquel hombre tan práctico no comprendía que existían sentimientos
desiguales bajo el mismo lenguaje: porque labios libertinos y venales le habían
dicho frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de ellas; debían
rechazarse – pensaba- las palabras exageradas que expresaban medianas
afecciones, como si la plenitud del alma no se desbordase algunas veces también
en las metáforas más vacías, porque nadie puede jamás dar la medida exacta de
sus necesidades, ni de sus concepciones, ni de sus dolores, porque la palabra
humana es como un caldero rajado sobre el cual tocamos melodías para hacer
danzar a los osos cuando quisiéramos hacer llorar a las estrellas.” (P. 191)
María
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